Su corazón latía muy rápido, pero no estaba
nerviosa. Tampoco tenía miedo. Estaba felíz. Se subió a la plataforma y se
colocó en posición.
Los murmullos de la gente no la distraían,
estaba lista. No era su primera vez, pero la sentía como tal.
Como
me gustaría tenerte a mi lado, Joaco… pensó justo antes de escuchar un fuerte estruendo, que
le indicaba que debía tirarse.
Entró al agua con elegancia y rapidez. Eso
siempre la destacó. Al igual que la recalcaba su extrema velocidad a la hora de
nadar. No tuvieron oportunidad ni de notarla, ella ya había hasta salido de la
pileta.
Sonrió a la multitud que vitoreaba. Eran
miles, miles que la veían como la mejor, pero él no estaba. Jamás le había
contado, era… un secreto, su secreto. Vio a su mamá y Trevor que la saludaban
desde unas sillas cercanas, no podía acceder a ellas, pero los veía claramente.
Su entrenador la llevó a las duchas,
todavía le faltaba una carrera.
Estilo
mariposa. Sólo eso me falta. Tengo muchos nervios, no soy buena con este estilo.
Tengo que dar lo mejor de mí…
¡Joaco!
Si no estás conmigo me siento vacía, pero no puedo depender de él para siempre,
necesito… a alguien más. Tal vez una amiga.
Salió corriendo en cuanto escucho su
nombre. Se preparó para lanzarse, pero tenía miedo y perdió toda la confianza
que había logrado ganar antes.
Bajó al agua con cuidado y respiró
profundo. El disparo la asustó, pero salió perfecto. Nadó como lo había
practicado, con aquella perfección que la caracterizaba. Cuando se quiso dar
cuenta ya había ganado. Se sentó en el borde de la pileta y vio como todos la
felicitaban. Pero se sintió vacía por un segundo, hasta que su madre la
sorprendió tirándole una toalla encima.
Se volteó y la abrazó fuertemente.
—Oh… mi niña —dijo ella feliz, acariciándole
los cabellos, como era habitual.
Ella sólo volvió a su comportamiento
frecuente y lloró en silencio sobre su vientre.
¿Por
qué lloro? ¿Es miedo o tristeza? Pero gane cada competencia… Me siento sola.
Siento que nadie es como yo…
Disimuló felicidad en cuanto recibió las
medallas, pero una vez que se vio en el auto suspiró del alivio.
—Muy bien.
Se volteó a ver a Trevor en cuanto oyó su
voz.
—Gracias —dijo esbozando una cálida
sonrisa.
—¿Por qué llorás? —preguntó preocupado,
acercándose a ella para limpiar sus lágrimas.
—Yo… —no pudo plantearlo como pregunta.
Inmediatamente tomó la mano de su hermano, con dulzura, para detenerlo.
Lo miró sonriendo.
—Perdón… —dijo apenado. Se apartó de ella y
se apoyó en la ventana.
Carol miró por la suya con la cara roja y
el corazón en la boca. Le costaba respirar.
—Al contrario —moduló, triste.
Trevor la miró por unos segundos (que ella
no sintió), pensando en lo linda que era su hermanita cuando se sonrojaba.
Soy
tan tonta. Es mi hermano y no lo dejo que me toque. Qué tonta…
Es
de noche. Mañana es sábado, así que Joaco se va a cruzar, tal vez se quede toda
la noche. Me gustaría despejarme por un rato.
Que hermoso se ve todo de noche…
La mano de Trevor sobre la de ella la
despertó.
—Vamos —y tomó su mano, haciendo que a
Carol se le detenga brevemente el corazón.
Entraron a la casa de la mano. Daban la
sensación de ser pequeños, inspiraban ternura. Pero no duró mucho, ya que ella
lo soltó rápidamente y se despidió.
Subió corriendo a su habitación. Revoleó su
bolso, el cual cayó debajo de su escritorio. Pensó en la tarea, pero ya la
había hecho, había sido una condición para asistir al torneo.
La ventana llenaba el cuarto de luz de
luna. Carol adoraba eso. Se acostó en su cama, sin siquiera prender la luz, con
una historieta (una japonesa, un “manga”) en las manos y comenzó a leerlo con
mucha concentración, una que pocas veces ponía a las cosas.
—Ya, dejá de viciar con eso, Carol —retumbó
la voz de Joaco unas horas después, la cual la hizo reír a carcajadas.
—Me estaba preguntando dónde estabas —dijo
riendo, guardando la pequeña historieta bajo su almohada. Se sentó y lo miró
atentamente, como era común.
Joaco, sentado en la silla del escritorio,
le sacó la lengua. Ella rio tímidamente mientras le blanqueaba los ojos.
Solían hacer esto todos las sábados se
quedaban hasta tarde hablando con esos gestos que solo ellos entendían. Si se
tornaba muy largo él dormía en la cama de arriba, de la cucheta. Si no volvía a
su casa.
—¿Qué te pasa? —preguntó ella rompiendo el
silencio.
—Que raro de vos, hablando cuando uno está
pensando ¿Acaso no te quejaste de eso el miércoles? —Habló con su habitual tono
burlón, pero Carol lo conocía bien y no era el de siempre.
—Decime —exigió con su tono habitual, pero
esta vez parecía estarle exigiendo.
—A mi… padre lo van a trasladar al campo
—susurró triste y melancólico.
Carol sintió que moría, el aire le saltaba
y no podía tragar. Pero algo en los ojos de Joaco la hizo despertar. Corrió
junto a él y lo abrazó muy fuerte.
—Tranquilo, Joaco, es muy lindo el campo
—dijo ella frotando su espalda.
—No es eso… y lo sabés —Se volteó y la
sentó en su falda.
No
me lo hagas difícil Joaco… Pensó
Carol en cuanto él reposó su cabeza en el hombro de ella.
—Voy a estar bien —se paró feliz y le sonrió
de la forma más dulce. Joaco se levantó y la abrazó, ocultándola en su pecho—.
Vamos a estar bien… —su voz se quebró y lo abrazó. Ambos rompieron en llanto.
Estuvieron juntos desde que nacieron, cada
día de cada año… Eran vecinos y era básicamente imposible evitar que Joaco se
cruzara por las ventanas. Se entendían como a nadie más. No querían separarse,
pero no podían hacer nada.
—Te voy a extrañar —dijo Joaco con la voz
débil por el llanto.
—Yo más —y lo abrazó más fuerte.
Él la apartó para poder verla a los ojos.
Se entristeció más cuando vio que los ojos de Carol estaban llenos de lágrimas.
—¿Dormimos? — preguntó Joaco bostezando,
provocando que las lágrimas cayeran.
—Sí, pero hoy dormimos juntos —susurró
mientras besaba su mejilla.
La
lágrima humedeció sus labios…
Me ha gustado mucho. No puedo esperar a seguir leyendo.
ResponderEliminar¡Muchos ánimos a las dos con este proyecto, pues tiene muy buena pinta!
Ojalá aceptéis mi invitación para Los delirios de Pandora. Un beso muy grande.