Trevor subió enojado, indignado, por las
escaleras que se extendían por varios metros. Entró a la habitación de Carol y
se paró frente a su cama. Ella dormía, como siempre, porque a la noche anterior
había estado leyendo hasta tarde.
Pero él no era como Joaco: no la perdonaría por
dormir. Él quería que Carol fuera a su primer partido oficial como él iba a
todas sus competencias.
—Carol —dijo con tono neutro y medianamente
elevado.
Ella lo miró de reojo ya que estaba de
espaldas.
—¿Qué hora es? —preguntó con la voz ronca.
—¿Te estabas olvidando de mí? —su voz cambió
drásticamente y ese tono indiferente se volvió débil y lloroso. Se sentó en la
cama.
—No, Trev. Yo no me puedo olvidar de vos —dijo
sonriendo para que se pusiera bien y lo abrazó.
Pero él solo jugaba y comenzó a reír.
—No puede ser que te la creíste —la abrazó más
fuerte.
Carol sin decirle nada le pegó, con toda la
fuerza que tenía, en la cabeza. Pero Trev no hizo nada más que besar la mejilla
de su hermana, porque se lo merecía.
—Bajá, así me cambio —dijo, levantándose de la
cama.
—No, tenés un cambiador ahí, te voy a controlar
—su tono volvió a ser el mismo. Se cruzó de brazos.
Carol, que no estaba muy acostumbrada a estar
con su hermanastro, se ruborizó. Sabía que no se iba a cambiar frente a él, por
lo menos no literalmente. Se quedó tildada por unos momentos, se miró al espejo
con algo de odio.
¿Por qué pensás que le
gustas? Es tu hermano… hermanastro, pero es lo mismo, ¿o no? Además, ¿por qué
le gustaría alguien gorda como lo soy yo?
—Carol… —Estaba preocupado. Sabía que los
espejos no eran amigos de ella. Pero debía disimular no podía decirle nada con respecto a aquello—. Apurate que no quiero llegar tarde por tu culpa —dijo, disimulando el
enojo que la hizo mirarlo.
Ella estaba triste, su mirada lo reflejaba,
aunque con una sonrisa elegía la ropa con la que iría. Se cambió rápido y
bajaron. Carol tomó una galleta que rápidamente introdujo en su boca. Todos
salieron de la casa con entusiasmo porque irían a un acontecimiento lleno de
gente, pero Carol dudaba de este tipo de eventos.
Son la ocasión ideal
para que todos te marquen, si eres como ellos, si no lo eres o si eres tan
diferente que das miedo. Todo te define, pero solo uno es el que te asegura una
buena convivencia con la mayoría de los chicos…
Era un día con resolana y parecía hacer algo de
calor, para los que ya estaban acostumbrados a aquel lugar tan frio era un día
caluroso, pero Carol sentía que el frío la comía. Ella que amaba el calor y los
helados. De todas formas, sólo tenía puesto un buzo verde sobre una remera de
mangas cortas, pantalones negros y zapatillas verde claro. Como el tiempo no le
dio para bañarse, ató su pelo en una trenza.
Caminaron por unos kilómetros hasta un gran
descampado, donde una gran cantidad de gente se reunía alrededor de una cancha
promedio de fútbol. Carol se paró por unos segundos, se sintió atrapada porque
no tenía a Joaco que la protegiera ya que se había pegado a su hermano y lo
entendía, pero no quería sentirse así. Buscó entre la multitud a alguien conocido,
alguien que la acompañara durante el partido al cual quería asistir por su
hermano. De repente algo la abrazó por la espalda haciéndola saltar.
—¡Hola! —exclamó con euforia la voz de Dan.
—Hola, Dan —dijo casi en un suspiro de alivio,
suspiro que contuvo para no ser tan obvia.
Cuando Dan por fin la dejó ir, saludó a Bru,
quien estaba tan somnoliento que parecía que se iba caer en cualquier momento.
Carol rió en su interior. Mientras caminaban hacía los asientos del equipo,
donde a Carol le había tocado el privilegio de estar, ella notó la ausencia del
hermano de Dan, Matt, quien solía acompañarla siempre. Tuvo la idea de
preguntar, pero no lo hizo: eran los primeros amigos que tenía en mucho tiempo.
¿Y si se molestan
conmigo? ¿Qué haría sola, sentada en el pasto? se formulaba constantemente, mientras se
acomodaba en el mantel que había traído Dan. Mientras Bruno se acomodaba junto
a ella, Dan renegaba porque era muy tarde y nadie más había llegado, pero
rápidamente volteó hacía Carol.
—¿Tú hermano vino? —preguntó algo molesta.
Carol solo asintió, pero a la chica de cabellos
rubios de mucho no le sirvió porque él no estaba en donde debía estar.
Que frio hace. Ojalá
me hubiera podido quedar en la cama. Hace un tiempo que no hablo con mamá,
¿cómo estará? Bruno es un chico muy lindo, ¿tendrá novia? Es muy parecido a mí…
creo. No, si lo pienso mejor no, lo que nos diferencia es la confianza,
confianza que a mí me falta.
Dan comenzó a ir de un lado para el otro como
aquellas personas que se dejan llevar por los nervios. Aunque no duró mucho,
porque Matt y Marc aparecieron entre la gente. Trev, que había estado con sus
compañeras, apareció de sorpresa, tirándose sobre Carol.
—¿Qué haces Trev? —preguntó Carol, comprimiendo
un grito de furia. No iba a ser ella misma frente a ellos.
—Que raro que no te enojes —rió con ironía
mientras la abrazaba. Iba a contestarle, pero Dan la detuvo.
—¿Dónde estabas? —reclamó enojada.
—Con mis compañeros, me querían dar un regalo
porque… —se calló de repente. Su expresión burlona se borró, no le gustaba
darles explicaciones a las mujeres.
Dan estaba a punto de retarlo cuando Matt la
detuvo tocándole el hombro. Ella se volteó y él le negó suavemente. Carol notó
de inmediato la frustración de Dan, y en cierto punto se identificó.
—Dan… —la llamó Carol con un susurro en cuanto
Trev se paró para acompañar a Dami, quien estaba a solo unos metros de ellos.
Dan asintió velozmente a su llamado, porque
había esperado toda la mañana el estar con ella. Ella se colocó en cuclillas
frente a la diminuta adolescente.
—¿Qué sucede? —indagó con una voz dulce, eso a
Carol le recordó a su mamá.
Se quedó muda por unos minutos, no sabía que
decirle, ya que ni siquiera sabía porque la había llamado, simplemente quería
verla como siempre: feliz. Entonces notó que todo el equipo estaba tras Dan.
—Ya llegaron todos —secreteó, señalando hacía
sus espaldas.
Al segundo Dan volteó dando un salto, típico de
ella y exclamó con entusiasmo:
—¡A jugar!
El partido empezó tan rápidamente que ya
estaban corriendo de un lado al otro.
No entiendo este
juego, me parece lineal. Todos, además, siguen una pelota para meterla en un
arco. También se lastiman…
—¡Trev! —gritó desesperada porque
había caído al suelo de una forma horrible.
Pero estaba bien, se levantó y le sonrió.
Cuando corrió para volver al juego un grupo grande de chicas grito. Están eufóricas pensó ella, pero lo
bueno era que su hermano estaba bien. Ella sonrió. De la nada, recordó que no
estaba sola y miró a Bru, quien parecía muy concentrado.
—¿Te gusta el futbol, Carol? —preguntó de la
nada haciendo saltar, levemente, a Carol.
—No —fue directa, pero como siempre, su voz
sumisa la hizo parecer calmada.
—Y… ¿qué deporte te gusta? —su voz era dulce y
tranquila.
Carol sonrió al voltearse para verlo. Por
muchas razones, pero la más importante era que él le daba paz.
—La natación —dijo mientras volvía la vista al
partido.
—¿Lo practicás? —A Carol, el solo hecho de
escuchar esa pregunta hacia que su piel se erizara. Tal vez ella sabía que Bru
solo lo preguntó por preguntar, como siempre solían hacer.
—No, solo me gusta ver —disimuló bastante bien
su incomodidad al contestar justo esa pregunta.
Bru estaba a punto de preguntarle algo cuando
Dan mete un gol. Carol se paró por la emoción y grito muy fuerte. Sujetó a Bru
y lo levantó con una fuerza que lo dejo atónito.
—¡Vamos, Dan! —gritaron ambos.
Dan los miró con emoción, parecía otra, como
cuando Carol nadaba eran únicas en esos momentos.
—¡Te dedico mi gol, Carol! —exclamó eufórica
desde la otra punta de la cancha. Su puesto estaba del otro lado a donde ellos
se sentaban.
—¿Y a mí? —gritó Bru, algo enojado, aunque solo
estaba jugando.
Carol ya estaba sentada mirando a Bru con una
calma que hace mucho no sentía, creía que el mundo se derrumbaría en ese mismo
momento. Entonces cuando él se sentó, luego de haber compartido expresiones de
odio con Dan, ella pudo notar que ese lugar al que miraba tanto era el lugar
donde había un grupo de chicas.
—¿Quién te gusta tanto, Bru? —preguntó de una
manera tan espontánea y dulce que nadie podría no contestar, aunque fuera
privado.
—Camila —contestó de forma rápida mientras
miraba a Carol.
Carol pensó por unos segundos, luego le cayó
una ficha.
—¿Su mejor amiga se llama Milagros? —estaba muy
intrigada.
—Sí, ¿por? —la miró extrañado.
—Son las amigas de mi hermano —al instante que
Carol dijo aquello vio como él se ruborizaba un poco.
Carol le sonrió porque él era muy dulce. Además
esas reacciones le recordaban a ella cuando estaba con ese chico de ojos
negros.
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